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Lore
Banda de celestina (majestuosa)
El aguijón con mala disposición
Eido miró a las crías reunidas a sus pies. Mientras observaba sus rostros embelesados, se fijó en el aguijón no reparado que languidecía en una mesa de trabajo cercana. Eso le recordó una historia.
"Había una vez una ingeniera que era la más inteligente de su Casa", dijo a las crías. "Incluso más inteligente que Klyfiks", añadió.
Las crías chirriaron con alegría.
"Un día, el kell de la ingeniera vino a ella con una orden. Le dijo que construyera un aguijón". El tono de Eido transmitió la normalidad de la solicitud. "Un simple aguijón para patrullar y realizar diagnósticos".
"Esto era algo fácil para alguien tan inteligente, pero la ingeniera se sintió ofendida". Eido apretó los puños imitando la indignación. "Exigió saber por qué debía perder su tiempo en una tarea tan sencilla".
Eido bajó el tono de su voz para hacer la mejor imitación de su padre: "'Me voy a la batalla pronto', dijo el kell. '¡Y quiero que el mejor aguijón del sistema vigile mi morada mientras estoy fuera!'.".
Las crías gritaron de alegría ante la irreverencia de la escriba.
"Así que la ingeniera se puso a construir el aguijón. Le dieron las mejores herramientas, los metales más finos, e incluso un asistente experto. Todo lo que podía necesitar".
El tono de Eido se oscureció. "Pero por dentro, estaba enfadada. Estaba resentida con su deber y deseaba trabajar en algo más impresionante".
Eido hizo una pausa observando las reacciones de las crías. Siempre era fascinante, pensó, ver cuáles ojos sentían simpatía por la ingeniera y cuáles no.
"Después de un tiempo, terminó su trabajo. El kell partió a la batalla y pusieron al aguijón a patrullar su morada", continuó. "Para sorpresa de todos, chocaba con las paredes, daba diagnósticos incorrectos y a menudo aparecía en lugares que no debía".
Las crías estaban fascinadas.
"La ingeniera se dio cuenta rápidamente de lo que estaba mal", les dijo Eido, con un tono bajo y conspirador. "Le había dado al aguijón una mala disposición. Toda su ira y su orgullo lo habían envenenado, como el éter oscuro que envenena a los desdeñados".
Eido observó cómo una cría agarraba la mano de otra cría, la que tenía más cerca. Podía haber terminado la historia ahí, pero una mirada a los centinelas humanos que observaban su reunión desde el borde del tejado la animó a continuar.
"Un día", continuó con gravedad, "el pobre aguijón se puso tan nervioso que confundió a las crías de kell como intrusos y las mató a tiros".
Las crías jadearon. Eido imaginó que vio que el rostro de uno de los humanos se suavizaba en señal de simpatía.
"Cuando el kell regresó y se enteró de lo que había pasado, amputó todos los brazos de la ingeniera y destruyó el aguijón". La voz de Eido era firme. "La Casa perdió a su mejor ingeniera, a sus crías más fuertes y a su aguijón más caro, todo a la vez".
"Recuerden", advirtió, "debemos dar nuestra mejor disposición a todas nuestras tareas. Incluso a las que no nos gustan".
