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Lore
Agarres Illuminus (majestuosos)
Eido retrocedió cuando las largas garras del guantelete Simbionte chasquearon y se sacudieron. Cuando su padre lo llevaba, el maldito artefacto siempre se movía con suavidad, como si fueran sus propios dedos. Pero unido al extremo de su brazo, parecía poseído por una vida propia.
La considerable paciencia de Misraaks empezaba a agotarse. "No, Eido, no. Manipular no se trata de pensar. Se trata de sentir. Siente cómo la energía fluye desde el suelo, a través de tus piernas, sube por tu torso y sale por tu brazo". Sus brazos tejieron patrones circulares en el aire como si estuvieran haciendo fluir el humo hacia arriba. "El movimiento del guantelete es la continuación de un movimiento que comienza en lo más profundo del centro del planeta, donde guarda su Luz".
Eido suspiró. Misraaks tenía la intención de transmitir el camino del Simbionte a su hija, pero después de tres días de intentos sin los más mínimos signos de éxito, ambos se estaban frustrando. Eido estaba ansiosa por aprender, por estar a la altura de su padre, pero cuanto más lo intentaba, más violentamente el guantelete parecía rechazarla.
Eido respiró profundamente varias veces y extendió el ojo de su mente a través de la tierra hasta el pozo de Luz del centro del planeta. Siguió la Luz a través del firmamento subiendo por su cuerpo hasta llegar al guantelete. El guantelete cobró vida poco a poco.
"Sí, así es", la animó Misraaks. "Ahora siente cómo la Luz se extiende desde el guantelete hasta el aguijón. Siente su código dormido. Está durmiendo, esperando que lo despiertes".
Eido extendió el guantelete. Una oleada de energía salió disparada de sus garras y envió chispas de electricidad que ondularon por la superficie del aguijón. Por la conmoción, Eido apartó el guantelete de un tirón, lo que cortó la conexión. La electricidad chispeó durante un instante más y luego se apagó. Una pequeña columna de humo salió de las profundidades del aguijón. Eido no necesitó que Misraaks le dijera que acababa de sobrecargar la red del circuito principal.
Misraaks se tomó un momento para recomponerse antes de hablar. "Esta es una buena lección. Cuando uno se centra en el metal, en la forma de la máquina y no…"
"Misraakskel. Padre", interrumpió Eido. "Esto no es… no quiero…" Luchó con sus emociones por el control de su voz. Misraaks esperó a que su hija se tranquilizara.
"No soy una Simbionte", dijo finalmente. "Estoy segura de ello. Sé que esto es una decepción para ti, pero el guantelete ha hablado". Se quitó el despreciable mecanismo de su brazo y lo extendió.
Misraaks lo tomó de mala gana. "Lamento que no me sigas en el camino del Simbionte. Sin embargo", continuó, "es mucho más importante saber lo que eres y lo que no eres". Levantó las cuatro palmas hacia ella en señal de respeto. "El autoconocimiento es la habilidad más rara de todas, y no es común encontrarla en alguien tan joven".
Eido se sintió aliviada y agradecida por su lección.
