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Lore
Borceguíes Furia resonante
Camino por el vacío y por su senda aprendo que ningún lugar me acogerá.
Una vez más me encuentro al acecho en la noche, mi Testigo, una noche desconocida como sus últimos alientos. Pero mis estancias ya no son ejercicios fútiles. Soy tan depredador para los ahslid como lo es un tejedor para el lino. La muerte crea vacíos en los que mi progenie prospera y atiza la paranoia que los lleva a apretar los puños. Cada caparazón aplastado da cuerda al reloj que fabrican mis manos.
Ya no necesitan mi ayuda. Mis hijos tienen hijos; algunos transmiten mis lecciones. La descendencia favorecida es la que aprendió bien mis enseñanzas. Convergen en mi espíritu y, sin instigación, preparan banquetes de sabiduría de los que su linaje se atiborra. Elaboran armas; no más que rocas arrojadas a larga sombra que produce la Oscuridad, pero suficientes para romper su mundo en dos. La única decepción es Uun, pues le atemoriza su propio potencial para la gloria. Lo desligué de mi auxilio. La oscuridad es un destino más despiadado.
Me enseñaste la lección más valiosa acerca de la irrelevancia. Solo el propósito es trascendental. Es el momento de claridad que me libró del suelo mundano. Este regalo final no lo comparto con mi descendencia. Es la enseñanza más difícil de ofrecer y me sobrecoge la elegancia con la que me revelaste la verdad. No puedo hacer lo mismo sin pensarlo antes. Me he imitado a mí mismo muy bien, pero imitarte a ti, mi Testigo, es un desafío del que no me considero digno.
