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Lore
Botas Celestita (majestuosas)
La cría cuya madre era un queche
Eido miró a su público. Las crías más pequeñas empezaban a quedarse dormidas, acurrucadas en los brazos inferiores de sus hermanos, pero, los más mayores exigían otro cuento.
"Érase una vez una cría", empezó Eido, "¡cuya madre era un queche!".
Varias de las crías exclamaron incrédulas y el ruido despertó a los pequeños, que se desvelaron y se unieron a la audiencia.
"El huevo estaba calentito y seguro dentro del conducto de ventilación del queche. Cuando la cría estaba lista para eclosionar", Eido hizo el gesto de romper un huevo desde el interior, "¡el queche aterrizó en medio de una batalla!".
Las crías se inclinaron para acercarse y se apelotonaron.
"Los insomnes y los elixni luchaban", continuó, agitando las cuatro garras teatralmente. "Las explosiones hacían temblar el suelo y los estandartes de las grandes Casas ardían. Muchos murieron".
Una cría soltó un débil y prolongado chirrido.
"Pero, abriéndose camino entre los enemigos, había un vándalo. Había oído la llamada del queche y acudía en respuesta. Entró en el queche y encontró a la cría acurrucada en el conducto de ventilación".
"Cogió a la cría y se la llevó lejos de la batalla. Decidió cuidarla y educarla como si fuera su propia hija. Le enseñó las lecciones de la Luz y, con el tiempo, la cría creció y se convirtió en la escriba del kell más sabio de la galaxia".
Las crías mayores intercambiaron miradas y se deleitaron en silencio: un secreto compartido. A diferencia de los más pequeños, ellos eran capaces de establecer la conexión entre Eido y su historia.
"No lo olvidéis", dijo a modo de moraleja, "la Luz siempre provee, sin importar de dónde venimos ni cuál es nuestro linaje".
