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Lore
Huestes recalcitrantes
Toma lo que no se da.
El feliciclón se extiende sobre el paisaje y cubre la costa con la niebla punzante de sus exhalaciones. A su paso, provoca rayos chisporroteantes en la atmósfera de Fundamento.
Xi Ro espera escondida, doblada sobre sí misma como un pequeño kril, mientras la nube viviente se aproxima. Esta baja los hilos colgantes de los tentáculos con los que se alimenta. Todos tienen la punta iluminada. La luz inflige una terrible y dolorosa felicidad en el corazón de Xi Ro. La sensación se le indigesta dentro, soportable únicamente por inoportuna.
Esta será la cuarta estrella cebo que recoge. Xi Ro sueña que, cuando los bebedores de helio vuelvan a atacar, usará las estrellas cebo para cegarlos y luego los rebanará en mil pedazos mientras se retuercen.
Debe saltar tan alto como pueda para agarrarse a la estrella cebo y arrancarla. El tentáculo detecta movimiento en el aire y se gira rápidamente. Si es demasiado lenta, le arrancará la hoja de las manos.
Pero no lo es. Su espada cercena las resplandecientes fibras musculares translúcidas con un corte limpio y, con la mano que tiene libre, arranca la estrella cebo que cae en el aire. El tentáculo se repliega, elevándose hacia el cielo como una cuerda que se retrae.
Xi Ro está exultante. Cuando se gira, descubre a su hermana mayor.
Aurash está de pie con sus afligidas extremidades a los lados y los pergaminos dispersos a sus pies. Xi Ro ve en sus tres ojos la euforia que le provoca el arma que es el feliciclón.
Xi Ro se abalanza sobre su hermana y la tira al suelo.
Después, las dos se refugian mientras el feliciclón avanza por la costa. Aurash está taciturna, pero Xi Ro sabe cómo solucionarlo.
"Mira". Xi Ro le enseña la estrella cebo. "Podemos regocijarnos".
Aurash levanta la estrella por el tallo marchito y abarca la luz con sus garras, como si fuera un pequeño fuego.
Xi Ro la empuja alegremente para que suelte la estrella.
Pero Aurash se aferra bien a ella.
